Agotador: el paleto digital (reconócelo).

Es desplazándote por Youtube, Insta o Tiktok cuando te encuentras con su vídeo.

Detrás de él hay unas bonitas luces de neón azules y cuando habla por el micrófono desde su silla de gamer de Ikea, parece dominar su tema. Coaching de marketing, Discord o cripto, da igual, seguro que te atrapa con un tema que sabe hacer atractivo.

Al principio, te gusta, es casi encantador, con un montón de filtros de elevación. Demasiado tarde, acabas de caer en las garras del paleto digital. Al igual que el cateto televisivo, el cateto digital se dio cuenta muy pronto de que para ser importante había que subirse a lo alto de un podio para que los demás le escucharan. Sus discursos no parecerían gran cosa en la calle o debajo de un puente, pero delante de una cámara, seguro que captas la atención copiando el estilo de la gente a la que presentas. Y es cierto que sin una cámara, sólo se le vería como lo que es: un moderno gurú de culto en busca de dinero y discípulos digitales, también conocidos como seguidores.

Como especialista en un solo tema, es mejor no preguntarle sobre nada más: los conocimientos generales no son lo suyo. Es más, cuando se explaya sobre otras ideas, la cosa se pone peliaguda. 

El paleto digital realmente podrido probará un montón de trucos pegajosos antes de abrirse paso, como contratar extras para una fiesta falsa en la que él mezcla, preguntar a la gente cuánto ganan en la calle (spoiler: todos ganan más de 20.000 euros al día, por supuesto), montar cámaras ocultas falsas con sus compañeros cómplices y hará tutoriales en Youtube, pero sólo hablará de sí mismo durante el 90% del vídeo.

No le importa ser útil, sólo quiere ser conocido. Pero ojo, haciendo un trabajo de relumbrón que él cree que no le supone ningún esfuerzo: adivino, DJ, relaciones públicas, columnista, crítico... y de momento es un influencer, pero ni de lejos tan exigente como los creadores de contenidos profesionales.

Incluso cogerá su micrófono para ir a entrevistar a los transeúntes, sobre temas que seguramente generarán comentarios, como los salarios entre hombres y mujeres o la tendencia body positive, por ejemplo.

Hace lo que sea para parecer simpático, incluso llega a coger al primer indigente que se cruza y comprarle un Big Mac para parecer humano, pero todo es falso, se huele, apesta. Incluso las falsas faltas de ortografía que comete en sus titulares después de los 28 «para parecer joven» o para provocar comentarios son falsas.

Cavas un poco más hondo y... ahí es donde todo se complica. Porque los paletos digitales no hacen nada gratis. Como una puta sifilítica, va a mostrar la mejor versión de sí mismo para garantizar una falsa cercanía que te ponga a tono, lejos de la pulida publicidad habitual: es real. De hecho, es tan real que no dudará en mostrártelo: o un lugar de mierda donde vivir para que pienses que es igual que tú, o un jet privado para que veas que se da la gran vida.

Lo que te venden nunca es concreto: un curso de formación en marketing, un programa de ejercicios insoportable, consejos sobre bitcoin, en fin, todos los temas mohosos por excelencia... todo está hecho para limitar al máximo el contacto físico contigo. Porque el paleto digital no te quiere, esa es la cruda verdad.

Te dice que es un «expatriado/nómada», lo que significa que es un evasor de impuestos, y tampoco te va a pagar la sanidad, así que ¿quién te crees que es? En resumen, cuanto más lejos está de ti, mejor está, «pero eso es sólo porque me encanta Tailandia y Dubai, ya sabes».

Adora a Elon, Kanye y toda la pestilente camarilla de escoria que busca llamar la atención con sus letras racistas y llenas de odio, convencido de que han alcanzado la cima del muckraking lucrativo. De hecho, seguramente les dedicará uno de sus vídeos.

Personalmente, le jode tener que interpretar un papel patético para venderte un pobre Pdf. Si todo se pudiera automatizar, sería feliz. Además, pronto conseguirá su deseo gracias a la IA, pero mientras tanto, aquí está haciendo bromas, sonrisas forzadas e incluso consejos de vida cuando seguramente preferiría que la gente dejara de tomarle por un bufón.

Por desgracia para él, ya es demasiado tarde. Una productora puso sus ojos en él hace mucho tiempo, y de todos los chiflados y otros aspirantes que poblaban Internet, fue rigurosamente elegido por ser el más patético de todos.

Las redes sociales, un modus operandi inspirado en el marketing publicitario de las empresas de clarividencia que publican vídeos de conspiraciones/religiosos/fenómenos extraños/astrología que atraerán a quienes tengan un coeficiente intelectual que se ajuste perfectamente a su objetivo, están plagadas de trampas para gilipollas diseñadas para facilitar la vida a los vendedores de todo tipo. El paleto digital no es una excepción, y antes de que se dé cuenta, está siendo entrenado como una marioneta.

Sí, porque el modesto dormitorio del paleto digital y su improvisado estudio de neón azul son sólo decorados. Detrás de él hay un gran grupo televisivo que ha reciclado lo más repugnante de la humanidad: la telerrealidad.

Cuanto más tonto sea el concursante, mejor lo hará, provocando inevitablemente un comentario o una reacción de asco de la audiencia. En marketing lo llamamos «consumer engagement», y es más difícil conseguirlo con cosas ingeniosas que con contenidos polémicos. Ideal cuando necesitas vender patrocinios o espacios publicitarios.

Para la mujer paleta digital, es más difícil. Debido a su falta de talento, tendrá que enseñar el culo enseguida... para disculparse por ello justo después. El porno improvisado, como el vídeo sexual accidental, es una técnica probada que es como el Santo Grial para cualquiera que quiera darse a conocer rápidamente cuando se tiene la inteligencia de un moscardón... que se lo pregunten a Kim K., para quien el enema anal no tiene secretos. 

Pero en una época en la que la avalancha de imágenes a las que tenemos acceso es colosal, hacerse notar lo antes posible se convierte en algo vital. Es durante un vídeo de entrenamiento con leggings demasiado incrustados en la raja cuando la mujer paleta digital va a brillar. Aunque los escaladores se hayan matado en grietas menos profundas, el resultado está ahí. Y como demasiado no es suficiente, también exhibirá unos labios tan hinchados que parecerá que está pariendo cabeza, y luego se quejará del acoso que sufre en sus vídeos. Porque al final, cada uno es libre de hacer lo que quiera... y aunque parecer una muñeca hinchable seguramente no sea más que una torpe elección estética, la sensación final de llamada a degüello es, para su mayor sorpresa, curiosamente aclamada por sus seguidores.

Por supuesto, para ser seleccionada entre las muy abiertas candidatas, tendrá que llevarse bien con todos los jefes de las productoras, los fotógrafos, los directores de fotografía, algunos patrocinadores y muchos otros cuyo aspecto repugnante y desagradable les ha impedido estar en el candelero. Para conseguirlo, más vale que la mujer paleta digital tenga un coño de cuero, porque va a tener que encadenar a todos los pateaculos de los suburbios del oeste de París que han comprendido que, como a una bola de bolos, se le pueden meter tres dedos fácilmente. Y como cada vez va a ser menos fresca, va a democratizar sus trucos de maquillaje espeso extendido con una paleta, como el contouring, una técnica de maquillaje especialmente diseñada para ser resistente al bukkake. 

De hecho, ya que usa tanto, ¿por qué no lanza su propia marca de maquillaje?

Ojo, que al menos las actrices porno tienen la elegancia de no mentir sobre quiénes son, pero la mujer paleta digital quiere ser mucho más premium mientras que a ella la echarían hasta de un ático de Trump por vulgar, que ya es decir.

A pesar de todo, al final de su carrera y con los recursos que necesita, posiblemente podría convertirse en lameculos en alguna de las tiendas porno alemanas, según su página de Onlyfan, «pero es artístico». Su pliegue nasolabial bastante pronunciado alrededor de los labios es una consecuencia visible directa de esta práctica, y es ideal para interrogar a cualquier MILF que intente hacerse la mojigata sobre su descarado pasado.

Y al igual que la mujer paleta digital, el paleto digital también ha tenido que hacer a menudo mamadas a los que tienen autoridad. Cuando tenía menos de 16 años, se la mandaba a cierto conocido director de un canal de cable, y no mucho más mayor, se la hacía entre los canales públicos o las plataformas de streaming según el orificio utilizado.

Algunos paletos digitales son muy ambiciosos, y a base de gomina en el culo, consiguen aparecer en la tele, o incluso en un programa entero si no les da miedo ensuciarse en un grupo de geriátricos.

Al igual que los otros columnistas que estaban en el plató al mismo tiempo, sus rodillas están cubiertas de cicatrices. Podemos saludar su determinación, porque no estamos lejos del single musical catapultado a «próximo éxito del verano» tras una aparición en un programa de «talentos», aunque sin duda necesitará pañales para adultos para conseguir aguantar unos años más, antes de hundirse en el olvido como las bolsas de zumo que les precedieron. Y nada cambia, porque cuando eres un cantante de éxito, es quedarse corto decir que todas las piezas han pasado por tus labios.

A la televisión le encantan este tipo de excrementos porque refuerzan la creencia artificial del espectador de que es normal y no debe cuestionar en modo alguno su mediocridad. Al fin y al cabo, ¿quién compraría la comida ultraprocesada del anuncio que sigue al programa si éste estuviera lleno de gente guapa, sana, deportista e inteligente? Hay que asociar el más mínimo vientre plano con abdominales a la estupidez más extrema para que la audiencia se sienta superior y, sobre todo, no tenga hambre. No queremos impedir que coman, sino todo lo contrario.

En el ocaso de la veintena, el paleto digital aún tiene la oportunidad de ganar dinero mostrando su culo digital en ciertas redes especializadas. Es cierto que los seguidores serán en su mayoría viejos indios poco exigentes, pero cuando no se tiene más talento que el de tener un orificio del que presumir, cualquier ingreso es bueno.

A los paletos digitales les suele gustar reunirse con sus iguales. De hecho, no es raro que inviten a otros paletos y los pongan delante de un micrófono al estilo podcast para intentar dar algo de credibilidad a sus compañeros. Los temas siempre serán los mismos: cómo triunfé en mi vida (y tú no), cómo me hice empresario (y tú no), cómo me hice millonario en 5 minutos (y tú no).

En conclusión, sabemos que Internet, como cualquier otro medio, está preparado para dar la impresión de que es una gran fiesta a la que tú y yo no estamos invitados, y que todo lo que tenemos que hacer para sentirnos más aceptados es suscribirnos/comprar/comentar/compartir. Por supuesto, estaríamos tentados de caer en la trampa. Y aunque «la pregunta se responda rápidamente», nunca debemos olvidar que el cateto digital es ante todo... un cateto.